23 de octubre de 2007

LOS EMPRESARIOS LGBT DE DERECHA

La riqueza, el poder y el abuso contra los propios son como el agua salada; cuanto más se bebe, más sed da.
Arthur Schopenhauer (1788-1860) Filósofo alemán.

“¿A poco existen gays de derecha? ¿Pues no que todos buscan los mismos derechos para todos?”, me preguntaba un diputado local la semana pasada. Pues para sorpresa de muchos activistas he de decirles que si existen, y que muchas veces hasta establecen acuerdos con ellos, y que conviven diariamente en sus establecimientos sin darse cuenta.

Para muestra basta un botón. Manuel trabaja en un conocido antro LGBT, uno de los más concurridos. Llega a las 6 de la tarde al establecimiento, auxilia en el aseo del lugar, y el primer sábado de cada mes le toca limpiar los baños. Gana $50 diarios, y sale a la hora del cierre, que en ocasiones se prolonga hasta la mañana del día siguiente, dando un promedio de 11 horas diarias de trabajo. No cuenta con seguro social o prestación alguna, salvo el equivalente a 7 días de trabajo en Navidad, es decir, unos míseros $350 como aguinaldo, y no tiene vacaciones, a menos que avise con un mes de anticipación para que alguien cubra su puesto, y claro, que los días que tome de descanso no se los pagan. Y pobre si algún cliente se le va sin pagar, porque le descuentan el importe en “abonos chiquitos” (como si se pudiera fragmentar aún mas su sueldo). Completa su ingreso con las propinas del lugar, las cuales son repartidas entre todo el personal, menos aquellas que sean pagadas con tarjeta bancaria, porque esas se las queda uno de los dueños, quien cada vez que tiene oportunidad presume de cómo ha apoyado la lucha de los activistas gays.
En ese establecimiento, cuenta Manuel, casi nunca se respeta el horario de funcionamiento por la autoridad local, y rara vez no se tiene sobre cupo, pues siempre esta a reventar. Los extinguidores ya caducaron, y la salida de emergencia resulta una trampa pues no tiene las condiciones necesarias para ser funcional. Todas las noches el animador en cabina invita a hacer uso del condón cuando los asistentes tengan relaciones sexuales, pero nadie les advierte sobre las consecuencias dañinas del consumo de tabaco y del alcohol que venden diariamente ahí, y aunque no obligan a la compra de estos productos, constantemente invitan a su consumo y provocan “compras de pánico” de cerveza y bebida nacional con sus famosos “5 minutos de dos por uno”.

Y luego, una vez al año, llega la Marcha del Orgullo LGBT, y se apresuran a dar una gran cooperación –que apenas rebasa los $10,000- para los preparativos con lo cual tienen lo suficiente para presumir durante los 364 días siguientes de ser “una empresa hecha por y para gente gay comprometida con los derechos humanos y con la lucha en contra de la discriminación”. Ante este acto, los activistas se muestran sumamente complacidos, muy agradecidos por la “enorme” contribución, hacen público que dicho establecimiento si apoya las causas sociales del colectivo LGBT; a cambio de esta publicidad, el dueño del lugar les dé permiso para repartir información dentro de su establecimiento, no les cobra las entradas, les invita “una chela” y si esta muy de buenas les da un descuentito en la cuenta.

Pero analicemos más al establecimiento. Sus ganancias son literalmente, millonarias. Los empleados, mayoritariamente gays, trabajan en condiciones que contravienen toda legislación laboral. Se lee en la entrada un letrero que dice que todas y todos son bienvenidos. El lugar ni siquiera tiene la totalidad de sus papeles en regla ante la autoridad, y si lo clausuran los dueños no tardan en gritar a viento y marea que “se trata de un acto de homofobia” cuando lo que se esta haciendo es cerrar un lugar que se encuentra fuera de la norma y que es peligroso para sus asistentes. Al interior del mismo se distribuyen drogas, y hasta existen los llamados “dealers autorizados” (¿autorizados por quien?).

No es delito ser empresario, pero si es un acto hipócrita y poco ético fingir que se apoya a la comunidad cuando no es totalmente cierto, ya que en lo cotidiano tanto clientes como empleados sufren los terribles atropellos de la discriminación y la explotación. Cualquiera que tenga la iniciativa de abrir un espacio de convivencia para el colectivo LGBT debe de tener en cuenta que esta ofreciendo un servicio para un sector que es víctima del prejuicio, la discriminación, el estigma y la intolerancia gubernamental y social, en otras palabras, un sector en situación de vulnerabilidad, y que por lo tanto más allá de una responsabilidad comercial tienen una enorme responsabilidad social. Nos hemos quejado de que los medios de comunicación y algunos legisladores lucran con nosotros como si fuéramos mercancía de importación, pero ¿qué no acaso algunos empresarios LGBT hacen lo mismo?

La derecha ha sido para los activistas LGBT algo como el terrible “coco” para los niños: siempre espanta. Así tenemos que durante los actos políticos de las marchas del orgullo de la diversidad sexual a lo largo y ancho del país, sus mensajes siempre coinciden en luchar contra el conservadurismo, las posiciones radicales de la iglesia y la exclusión sistemática de aquellos que no toleran la diferencia. En este punto habría que preguntarles a los magníficos oradores de tales actos a cual derecha se refieren, si a la de “ese mundo exterior heterosexual” o la que se encuentra inmersa en el colectivo.

Fruto de la propia homofobia interna del colectivo LGBT existen establecimientos mercantiles donde abiertamente se prohíbe el ingreso a travestis, transexuales y hasta a los “poco masculinos”. Y a las mujeres ni se digan, ellas son víctimas aún de una doble o incluso triple discriminación en primer lugar por ser mujeres, en segundo por tener una orientación sexual distinta a la heterosexual y en tercero por no encajar, en algunos casos, en el prototipo de niñas bien vestidas y femeninas.
Son justamente este tipo de empresarios LGBT, aquellos que alejados de la conciencia social a favor del colectivo, infringen todo tipo de valores humanos como la dignidad, el respeto a la diferencia, la pluralidad, los derechos laborales, que compran la justicia a su beneficio a quienes no debe perderse de vista, porque más que aliados pueden convertirse en enemigos internos, pues representan una clara expresión de la derecha al interior de nuestra comunidad. En este punto de la situación todos los que somos consumidores también tendríamos que reflexionar sobre que tipo de comunidad queremos, y por lo tanto, a que tipo de empresarios debemos entregar nuestro dinero: ¿a aquellos de derecha o a aquellos verdaderamente solidarios con nosotros? La pregunta esta en el aire.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente comentario! Es importante dar a conocer que somos los gays mismos quienes no nos damos el lugar, primeor como consumidores potenciales que somos y segundo como ciudadano con derecho. No por el hecho de ser gay nos hace diferente ciudadano aunque muchos quieren verse asi para ensalsar glorias y acrecentar las penas sociales. Es de entender que si un lugar buga o gay quebranta ley y nos pone en jaque, pues ni modo lo hace y los demas respetamos el derecho. Seamos nosotros mismos quienen nos demos el lugar que tenemos cono consumidores, ya que finalmente quien gana a costa del consumidor GAY, gana y mucho.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo en lo que escribiste. El sábado pasado fuimos a un antro gay de zona rosa y nos gastamos como $2000 entre 3 amigos. Al día siguiente regresé pero el de la entrada no dejó pasar a uno de mis amigos dicéndole que el iba nada mas a hacer bulto que nunca consumía. En ese momento se acercó un mesero que nos dío la entrada y nos dijo "mejor pásenle, pruqe a mi me conviene que entren a consumir, porque gracias a su propina es con lo que vivo, ya que con lo que aqui me pagan apenas pago lso pasajes de ida y vuelta a mi casa"... es injuntso como nos discriminan en los propios lugares LGBT, y más injusto que pese a todo el dinero que ganan los dueños lucrando con nosotros tengan a sus empleados, igualmente gays, en las peores condiciones salariales

Anónimo dijo...

Es verdad, loos gays somos consumidores por excelencia, y los dueños de bares y discos se hinchan las bolsas con nuestro dinero tratando de manera pésima a sus empleados. Yo soy gay y trabajo en una disco gay y me pagan una miseria, y me tratan peor, y se que todos en el medio estamos asi, deberíamos formar un sindicato o algo asi

Anónimo dijo...

me parece muy acertado tu comentario porque es muy ciereto que los gays somos discriminados en los propios lugares lgbt, tengo un par de amigos que trabajan en un antro "nice" y les pagan una miseria, y lo que cobran ahi de cover es prácticamente un robo. ojalá los empresarios gays en vez de llenarse la boca diciendo mentiras de como apoyan a la comunidad en verdad fueran solidarios con todos

Anónimo dijo...

CREO QUE COMO YA DIJERON ANTES LOS GAYS CONSUMIMOS Y MUCHO, ASI QUE COMO BUENOS CONSUMIDORES TENEMOS QUE DARNOS NUESTRO LUGAR, Y QUE TODOS LOS PRESTADORES DE SERVICIOS TIENE QUE CUMPKIR CON LA LEY

Anónimo dijo...

ujummm... es cierto, los prestadores de servicios gays suelen ser los mismos en romper con las leyes y luego alegan que sus lugares son cerrados "por discriminación" cuandoen realidad la utoridad lo único que hace es cumplir con su deber... la ley debe ser pareja para todos

Anónimo dijo...

Todods queremos la igualdad en todos los sentidos, empezando por ser iguales antes las leyes, a´sí que en este sentido los empresarios gays deben de cumplirlas también al igual que el resto de los mexicanos.

Anónimo dijo...

Felicitaciones al autor, me encantó el artículo, muy elocuente y veraz.

Evidentemente hay una derecha latente dentro de la "comunidad LGBT" que burdamente disfrazada bajo las tesis de unificación y activismo, ponen en práctica medidas neoliberales que convienen a empresarios y que a su vez, joden a sus trabajadores y consumidores.

En cuanto a la discriminación, ni se diga, yo también he estado cerca de casos en donde mujeres son discriminadas de antros conocidos simplemente por serlo. De lo anterior nos damos cuenta cuando estos establecimientos crean noches lésbicas, cuya intención va más allá de la satisfacción mercantil de un sector específico dentro de la comunidad. La intención de estos empresarios, en su mayoría hombres, misóginos es la de segregar a un sexo carente de pene.

En cuanto a la pregunta, creo que ningún empresario es merecedor de nuestro dinero, a fin de cuentas, todos ellos están confabulados y trabajan en conjunto para alcanzar sus intereses capitalistas. Hay quienes su dinero es invertido en el mercado gay y ni si quiera forman parte del colectivo LGBT. Nos ven como una mina, nos dan “atole con el dedo” y nos hacen creer que somos importantes y queridos.

Esta es la triste realidad de un gremio que se hace llamar comunidad. Empero no es criticable, a fin de cuentas somos, a menor escala, el reflejo de la población mexicana, aletargados y con una normatividad consumista y mercantil que nos han creado y que nos ha alcanzado.